Desde hace mucho tiempo, cuando un político afirmaba una cosa, había que esperar lo contrario. Como un buen ejemplo tenemos en la historia el infausto día en que el entonces presidente José López Portillo anunció que defendería el peso como un perro. El peso, defendido perramente, se desplomó a niveles inimaginables. Cuando anuncian que no subirán las tortillas, sabemos muy bien que están a punto de subir de precio. Y así sucesivamente.
El obeso secretario de hacienda --con minúsculas, por obvias razones-- nos dijo que la crisis económica mundial sería para nuestro país solamente "un catarrito". Poco después, el brillantísimo Felipe Calderón aseguró que la crisis tocaría fondo al final del verano de este año. Las autoridades encargadas de la seguridad pública nos dicen que van ganando la guerra contra el narcotráfico.
En pocas palabras, nos aseguran que no hay problema, nada de qué preocuparse.
Por tanto, lo más sabio será prepararse para LA PEOR CRISIS EN LA HISTORIA DE MÉXICO. A diferencia de otras coyunturas anteriores, en esta se combinan factores múltiples: la guerra inútil contra el narco, el desplome financiero mundial, el desempleo incontenible, la violación constante a las garantías individuales y, sobre todo, la ausencia total de INTELIGENCIA en todos los niveles del gobierno. Por si esto fuera poco, tenemos un presidente llegado al poder gracias al fraude, así que se trata no solo de un seudo líder absolutamente inepto para desempeñar su seudo función, sino además, ilegítimo. Espurio, dicen los entendidos.
El Titanic fue desarrollado para ser el barco más lujoso y seguro de todos los tiempos y, sin embargo, sucumbió en un accidente. Nuestro país --lo que queda de él-- está comandado por un conjunto de incapaces, corruptos, felones e irresponsables y, a diferencia del Titanic, cada vez que la tripulación detecta un iceberg, aumenta la velocidad y se dirige directamente hacia él, al tiempo que se nos anuncia que no pasará nada, que estamos blindados.
El barco que es nuestra nación hace agua por todos lados: la educación es un fracaso, la economía, una mamarrachada, la política no existe, la seguridad desapareció hace tiempo, la soberanía nacional es de mera utilería.
En fin, estamos medio hundidos y cada día más, mientras el capitán y sus subalternos celebran día con día el éxito de la travesía.
El primer paso para resolver un problema es admitirlo.
Mientras estos señores nos digan que todo va bien, las cosas empeorarán irremisiblemente. Esperemos a ver qué sucede después del circo electoral de Julio.
Ya veremos qué tan blindados estamos.
Como pronóstico --y no se trata de un "melate"-- sufriremos una inflación galopante, devaluación incontrolable y caos social sin precedentes.
Estos serán los resultados de una crisis largamente negada.
