domingo, 29 de junio de 2008

ES MUY SENCILLO: ASÍ SOMOS

La historia del hombre pensante, es la historia de la filosofía y se puede decir que de la humanidad per se.
El hombre inteligente –que dista mucho de ser el primate defectuosamente evolucionado que comanda el mundo de hoy—siempre ha tenido la misma pregunta en la cabeza: ¿Por qué?
Les invento que viajé un poco por sitios de lo más apartados con el único propósito de intentar despejar esta incógnita; para tratar de darme cuenta de cómo piensan otros pueblos, otras culturas, en otras latitudes.
El resultado: todos piensan más o menos igual –salvo en contadísimas excepciones, como en Papua, Nueva Guinea--, en todos sitios, todos se preguntan por qué.

Un tigre, por ejemplo, tiene hambre, sale, y mata un cachorro de cebra.
Arrastra el cadáver hasta un lugar más o menos a salvo de otros depredadores, devora lo que puede y se echa a dormir.
Desde luego, no se pone a pensar si actuó bien o mal o si debe escribir un ensayo al respecto; mucho menos, en lo qué hará el resto de la tarde o en qué planes tiene para la noche. En consecuencia, no tendrá la absoluta necesidad de una línea de coca.
¿Por qué?
Sencillamente, porque un animal --normal-- no analiza las cosas. Carece de la inteligencia necesaria para aburrirse, lo cual resulta en la peor de las ironías.
El ser humano, en cambio, es la única especie conocida donde la sociedad premia el sacrifico del instinto. Y, por tanto, las --mal llamadas-- sociedades consideradas como más avanzadas, son aquellas que tienen el menor índice de natalidad, o sea, aquellas que, en aras de un progreso absolutamente falso, sacrifican su función verdadera: la reproducción.
¿Qué se puede esperar de una sociedad así, de una especie así?
NADA más que la extinción.
Y no tengo empacho en decir que, afortunadamente, la humanidad desaparecerá al corto plazo, dejando tras sí cosas verdaderamente sorprendentes como Mozart, Shakespeare, el Napalm, la bomba atómica y el hambre.
Al final, meros vestigios de la única especie conocida que desarrolló el conocimiento y lo empleó para auto destruirse.
Pero… ¿por qué?
Porque así somos.
Eso somos.
Así nos hizo diosito.

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